Por: Sebastián Silva-Iragorri
Siempre escuchamos al referirnos a una conducta contraria a la lógica que en ese caso específico estarían los pájaros disparándole a las escopetas, sin embargo, sorprendentemente estamos observando ahora hechos claramente inadmisibles; por ejemplo, leímos hace pocos días que una paloma transportaba un celular hacia una de las cárceles de Colombia.
Este medio de transporte se ha utilizado desde la antigüedad y hoy se quiere aprovechar para darles ventajas a los prisioneros y penetrar astutamente en los presidios con total impunidad. No sé cómo van las autoridades penitenciarias a combatir o prevenir estas dolosas posibilidades pues con seguridad se tratará de seguir utilizando estas aves en el logro de propósitos criminales.
Investigando nos encontramos algo prodigioso y es una avalancha de nubes remontando las montañas y dirigiéndose a un lago en el Nepal en un espectáculo extraordinario y admirable que demuestra como la naturaleza origina los más significativos y esplendorosos paisajes en todo el Universo.
Pero el hombre produce también con su inteligencia y su genio creador las más maravillosas obras en todos los sentidos con aprendizaje continuo. John Locke decía que “frecuentemente hay más que aprender de las preguntas inesperadas de un niño que de los discursos de un hombre”. Qué sentido más práctico y sabio que la curiosidad del niño y del esfuerzo para la respuesta atinada y concreta.
Pasemos a las fotografías en donde se encuentran bellezas y estampas notables y conmovedoras. En estos días observé con motivo de la conmemoración del terremoto de Popayán, del 31 de marzo de 1983, una foto de uno de nuestros músicos populares tocando su flauta sentado en las ruinas de un caserón en Popayán en ese fatídico día.
La flauta y las ruinas y el personaje retratan, sin una sola palabra de definición, la melodía triste, poética, trágica y llena de dolor de esos momentos, nada habría que agregar.
Pasada la Semana Santa, seguiremos en pleno proceso de vacunación contra la terrible pandemia, con la esperanza de lograr contrarrestar por fin este fatídico virus. Cuando en algo superemos la crisis otro mundo nos espera. Los cambios han sido enumerados de una u otra forma por miles de comentaristas en el mundo.
Ante esas expectativas debemos preguntarnos si de verdad nos hemos transformado y si estamos dispuestos a continuar la batalla y la construcción de una renovada vida con el valor y el carácter requerido.
Charles Dickens en su obra “Tiempos difíciles” se aferra a las realidades como forma de moldear las inteligencias y obtener nuestros fines. Eso puede ser muy cierto, hay que partir de la realidad, pero hay que agregar voluntad, imaginación, principios y conocimientos de las causas profundas de cada situación y además darnos cuenta como lo dice Erasmo de Rotterdam en su elogio de la locura que “todo cambia a nuestros ojos, todo toma un nuevo aspecto, todo rejuvenece”.
Este futuro debemos vivirlo con los ojos bien abiertos, templando el carácter, valorando cada causa y cada efecto, recuperando la memoria activa de las estrategias y objetivos, cultivando el espíritu hacia elevadas nociones de valor y entusiasmo y aprendiendo de las experiencias sufridas con impacto.
Hay que marcar el camino, señalar propósitos, mirar hacia altos horizontes y esperar serenos lo mejor. Nada ha ocurrido por casualidad, en la función universal de la vida aún estas calamidades tienen enseñanzas poderosas que iluminan el porvenir. Las tragedias de Esquilo marcaron una pauta de desastres y dolores que los griegos lucharon por vencer. Aspiramos a triunfar una vez más, como siempre lo ha hecho la humanidad. Esa es la invitación del optimismo y la profunda reflexión.
